La primera vez – Relato

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La primera vez –Relato


Sonó el despertador, extendí la mano para apagarle; deseaba seguir en cama, pero sabía que era hora de comenzar el día. Me senté en la orilla de la cama, volteé al buró para tomar mi celular, no pude evitar pensar en el Señor, siempre lo hago, sé que él comienza el día más temprano y suele dejarme mensajes para disfrutarles al despertar.

Este día no era la excepción -Buen día perrita, nos vemos más tarde-. Mi coño se humedeció y mis muslos temblaron. -Buenos días Señor, estaré puntual en el lugar acordado, buen día-. Conteste de inmediato.

Puse un poco de música, hice la cama, realicé mi desayuno, leí un poco de noticias y encendí el baño, quería estar completamente limpia para él.

Ya en la ducha, mientras mis manos recorrían mis extremidades, cerraba los ojos e imaginaba que por primera vez, él tocaría mi cuerpo desnudo, por primera vez sería su lienzo en blanco para sus perversiones. No dejaba de humedecerme y continuar mi día, no tenía permiso de tocarme.

Al momento de vestirme veía de reojo mi lencería roja, mi favorita, estaba segura de que le gustaría verme con ella, sin embargo, el Señor me había solicitado lencería negra y no iba a decepcionarle. Me coloque las bragas, el sostén, las medias, las zapatillas, el vestido y saco.

Llaves, dinero, cartera, celular, portafolio… parece que llevo todo. Sin más, enciendo el auto, vinculo la radio con mi lista de reproducción y conduzco a la oficina. La firma de los documentos afortunadamente no tardo mucho, así que pude retirarme. – ¿Cómo te va? ¿Aún siguen los planes en el paraíso? – dijo Ángela, mi mejor amiga de la oficina.

- ¡Si! Ya debo irme para llevar tiempo suficiente y llegar puntual. Hoy he estado super húmeda, no puedo tocarme, ¡ah!, tengo miedo de regarla, deséame suerte- le respondí.

-Creo que eso es mejor, vas calentando desde ahorita. Tienes que contarme todo, después. Por cierto, tengo a la mano la dirección por cualquier cosa, solo avísame que estás bien, ¿de acuerdo? - Dijo Ángela.

-Gracias, yo te cuento. Si llega haber problema con el contrato estaré disponible hasta dentro de una hora, puedo ayudarles si me llaman. -

- ¡Adiós! yo lo arreglo. – dijo Ángela en lo que cerraba la puerta de su cubículo.

Me dirigí al estacionamiento, seleccioné la ruta más rápida para llegar a la casa del Señor, emprendí el viaje. Sinceramente deje de pensar en lo que pasaría, pues solo me causaba humedad y qué pena que viera mi ropa interior toda humedecida. Puse algo de música y pensé en el contrato que iba a cerrar en la oficina.

Sin problema, llegue con veinte minutos de anticipación a la hora acordada. Me estacione, acomode mi cabello, pues siempre se esponja. El celular sonó, -La puerta está abierta, puedes pasar. No olvides cerrar y colocarte de rodillas al entrar mi zorrita-.

Inhale, exhale, salí, cerré el auto y me dispuse a seguir las indicaciones. Mientras caminaba a la entrada no podía evitar observar la casa, al mismo tiempo, recordar esas charlas de café y en línea que tantas veces tuvimos para llegar a este momento.

Al entrar, moría de curiosidad por ver el resto de la casa, mi mirada parecía un imán al suelo desde que entre. Cerré la puerta, no sabía dónde dejar mi bolsa, el Señor no menciono nada al respecto, la coloque en el piso, aun lado de mí mientras me arrodillaba y esperaba.

El silencio me invadió unos minutos, mi vista seguía hacía abajo, veía los detalles y patrones del azulejo cuando, escuche pisadas, me fue muy difícil no voltear, deseaba ver ese rostro que me enloquece, aunque, aún no era el momento.

-Hermosa Señorita, buenas tardes-, él tranquilizo mi caos interno.

-Buenas tardes Señor-, seguía con la mirada abajo, arrodillada; él se acercaba, me rodeaba, me observaba, podía sentir su mirada sobre mí.

-Desnúdate. Al acabar, te quiero piernas abiertas a la altura de tus hombros, tus brazos deberán estar detrás de la cabeza y tu mirada al frente, ¿alguna duda? – dijo firmemente.

-No Señor, enseguida lo haré-. Comencé a desabotonar mi saco, levanté mi vestido, les iba doblando y colocando encima de un estante. Mi mirada estaba pegada al suelo, deseaba verle, su presencia me devoraba y me evocaba a bajar la mirada. Mi rostro me delataba, comenzaba a subir mi temperatura, rogaba por que él no notase lo rojo de mis mejillas.

- ¡Espera! - dijo, cuando estaba en lencería. – Me encanta como luce esa ropa en ti-. Se colocó detrás de mí, beso mi cuello y sus manos recorrían mis hombros, mis brazos, mis pechos, se detuvo ahí y los apretó con ligera presión, bajo sus manos a mi vientre, sentía mis curvas, ¡Oh dios!, comenzaba a humedecerme. El Señor continuo el recorrido sus manos llegaron a mi coño ya humedecido.

-¿Mojada ya?- lo decía sorprendido, mientras introducía dos de sus dedos en mí. No pude evitar gemir. De pronto, sacó sus dedos y me dijo al oído que continuara.

Con cierta vergüenza y calor, quite el resto de las prendas y zapatos. Él se colocó al frente mío, me observaba, deseaba bajar mi mirada, comencé a morder mi labio inferior de la boca.

-Eres hermosa, ¿nerviosa? -

-No Señor. – en ello, él oprimió uno de mis pezones fuertemente. Cerré los ojos, jadeé un poco, nunca había sentido tal presión.

-No me mientas, necesito plena confianza en mí, no quiero pena, quiero confianza.-.

-Me queda claro Señor, lo lamento, me cuesta admitir que me siento nerviosa, pero así me siento, mi cabeza, entre más piensa, más nervio genera-. Respondí con la mirada abajo.

-Tranquila, respira, concéntrate en mi voz, no pienses, por ahora solo existes tú y mi voz– dijo suavemente. Al acabar me dirigió a una pequeña mesa que estaba en medio de la habitación, me pidió inclinarme sobre ella y respirar.

Mis pechos se estremecieron cuando tocaron la fría superficie. Volteé a la derecha, veía la figura de la chimenea. Escuche objetos, pero no mire, solo sentí que en mis tobillos me estaba colocando una especie de muñequeras, que estaban unidas a una barra separadora. Tomo una por una a mis muñecas, las ato a la mesa. Inhalaba, exhalaba, estaba comenzando a humedecerme, estaba ahogada en nervios, ¡qué sumisa tan nerviosa!

-Voy a spankear esas nalgas, ¿recuerdas la palabra de seguridad? –

-Si Señor, es rojo-

-Excelente perrita-.

Comenzó a acariciar mis nalgas, yo seguía respirando, por momentos cerraba los ojos, me perdía en el tacto de sus manos. Por un instante sentí su respiración cerca de mi culo, sus manos apretaban mis nalgas, sin esperarlo recibí la primera nalgada, instintivamente jadeé un poco.

-Vamos a conocer tu nivel de tolerancia–

Una, dos, tres… fui contando cada una, poco a poco iban subiendo de intensidad, cada vez necesitaba respirar más, pero estaba feliz, con el culo expuesto y ofreciéndoselo al Señor.

La primera tanda terminó, él constantemente me preguntaba cómo me sentía. Me relaje un poco mientras escuchaba cómo el Señor movía algunas cosas detrás de mí. Frío, con varias colas, comenzó a recorrer mi espalda un flogger de cuero.

Me perdí en la sensación, otra vez no vi venir el primer guamazo con el que no pude evitar jadear. Uno, dos, tres…amé esa sensación, por segundos perdí la cuenta. Igual que las nalgadas, la intensidad fue subiendo. El Señor estaba amando el color de mis nalgas que no podía ver.

-Cambiaré de instrumento, dejare unos hermosos tachecitos en esas nalgas, esta vez, sin escuchar tu voz, no quiero que digas nada, ¿recuerdas la seña para marcar tu límite? –

-Si Señor-

-Bien, abre la boca- él colocó una gag en mi boca.

-Quiero el piso húmedo, húmedo de ti- dijo.

¡Joder!, qué humillante, odiaba babear, ¿Cómo iba hacer eso?... un verdugazo fuerte toco mi nalga, ¡ah! Intente gritar, mi saliva broto como fuente, uno, dos, tres…se repetía el proceso.

-Dos más- dijo el Señor. Fueron los dos más fuertes de la noche, estaba por señalar mi limite pero no quería hacerlo, estaba mojada, mis labios de arriba, de abajo, un éxtasis en donde lo único que quedaba por salir era una que otra lagrima de los ojos. Estaba completamente humedecida.

- Hemos concluido, ¡no sabes el hermoso color que tienen tus nalgas!, les brotan pequeños puntitos de sangre, ¿deseas una foto de recuerdo hermosa Señorita? – me decía mientras retiraba la gag de mi boca.

-Si Señor, me encantaría-

Cerré los ojos, no me di cuenta cuando la foto fue tomada, sentí que me estaba desatando las muñecas y los tobillos. Me cargo, me llevo a la cama, me dio un beso en la frente y me pidió un momento. Él fue por alcohol y algo de crema para limpiar mis heridas.

Me ayudo a inclinarme, coloco un poco de alcohol en mis rojas nalgas para evitar infección. No puedo evitar retorcerme, quiero gritar, solo aprieto la colcha de la cama. El Señor acaricia mis nalgas, coloca un poco de crema de protección en ellas. Después, toma una colcha, me envuelve en ella y me abraza.

-Estuviste grandiosa, mi pequeña. Gracias por el regalo de la noche, eres mi tesoro más preciado. –

No puedo evitar sonreír, berrear un poco porque amo las palabras tiernas y cálidas, no sé en que momento, quede dormida en sus brazos.





sobre mi

Angehn

Soy una aprendiz de Sexualidad, Afectividad, BDSM, entre otras cosas. He encontrado placer y felicidad en compartir un poco sobre estos temas que por tabús, normas sociales dominantes y otras circunstancias, les reprimimos, ignoramos y/o limitamos. Te invito a disfrutar del fuego de la libertad…

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